En un mundo cada vez más digital, donde ocio, trabajo y relaciones se experimentan principalmente a través de pantallas, surge un fenómeno menos visible pero igualmente relevante que el sedentarismo físico: el "sedentarismo mental".
Aunque no es un diagnóstico oficial, el término describe una combinación de situaciones que perjudican el ejercicio cognitivo:
Disminución de la actividad cognitiva estimulante: por ejemplo, pasar largos períodos consumiendo contenido digital sin reflexión ni análisis
Ralentización del pensamiento creativo: dificultad para generar ideas nuevas o resolver problemas fuera de la rutina
Pérdida de interés por actividades enriquecedoras: dejar de lado lecturas, hobbies o conversaciones que antes resultaban atractivas
Apatía emocional:
menor motivación para involucrarse en proyectos personales o sociales
Excesivo tiempo dedicado a actividades pasivas: como mirar televisión, desplazarse por redes sociales o ver videos sin propósito definido
En este contexto, ¿qué nos dice la evidencia? Estudios sobre comportamiento sedentario muestran que los periodos prolongados de inactividad se asocian con una mayor prevalencia de síntomas depresivos y ansiosos. En adolescentes, el uso intensivo de dispositivos por la noche se vincula con un incremento de síntomas depresivos, especialmente cuando no se compensa con actividad física. En adultos y adultos mayores, el "tiempo libre sedentario" (ver televisión, pasar largos períodos con el celular u otras actividades pasivas) se vinculan a una peor salud mental y mayores sentimientos de soledad.
Aunque no hay una razón clara sobre por qué ocurre esto, varias explicaciones se entrelazan. En principio, la ausencia de estímulos cognitivos activos, por ejemplo, sustituir lectura o debate por consumo pasivo, reduce el desafío mental necesario para mantener la atención, la memoria y la creatividad. También existe un desbalance entre actividades que demandan esfuerzo mental y otras que no lo requieren.
No menos importante, los efectos fisiológicos del sedentarismo físico (peor circulación cerebral, sueño de menor calidad, cambios metabólicos) pueden agravar la función cognitiva y el
estado de ánimo.
Incluso la reducción de la participación social y de proyectos con significado contribuye a una pérdida de propósito que refuerza la apatía. Esto tiene como consecuencia:
Disminución de atención, memoria y velocidad de procesamiento
Mayor vulnerabilidad a trastornos del ánimo
En mediana y tercera edad, potencial aumento del riesgo de deterioro cognitivo si el sedentarismo mental coexiste con el físico.
Menor calidad de vida y menos resiliencia ante el estrés
¿Qué se puede hacer para combatir el sedentarismo mental?
Los expertos afirman que incorporar ciertas actividades cognitivamente activas puede ayudar a enfrentar el avance de este fenómeno:
Leer, escribir o aprender algo nuevo: dedicar al menos 20 minutos diarios a actividades que exijan razonamiento o creatividad
Limitar pantallas pasivas: reducir su uso recreativo a menos de 2 horas diarias fuera del trabajo, y evitar dispositivos una hora antes de dormir
Alternar trabajo y descanso activo: cada 45–60 minutos de concentración, realizar pausas de 5 minutos para moverse o simplemente mirar a lo lejos
Fomentar la interacción social significativa: participar en grupos de lectura, clases o talleres presenciales que impliquen diálogo y cooperación.
Realizar ejercicio físico regularmente: caminar, bailar o realizar actividad aeróbica moderada, alrededor de 150 minutos semanales, favorece la función cerebral, el sueño y el estado de ánimo
Este artículo fue producido por Tomás Vicente, periodista especializado en Salud.
Fuentes consultadas: estudios científicos, Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), Nature.