Cuando hablamos de azúcar, diabetes y dieta, lo más común es pensar en postres, refrescos o snacks ultraprocesados. Sin embargo, un gran ausente en esta conversación suelen ser las bebidas alcohólicas, que pueden contener azúcares y carbohidratos simples, y afectar directamente el control glucémico.
¿Qué sucede en nuestro cuerpo?
El alcohol tiene un efecto particular en el metabolismo: cuando lo bebemos, el hígado prioriza su degradación por encima de otras funciones, como liberar glucosa a la sangre. Esto puede provocar hipoglucemia (niveles bajos de azúcar en sangre), especialmente en personas que usan insulina o medicamentos como las sulfonilureas.
Este impacto no siempre es lineal. Algunas bebidas alcohólicas dulces (licores, vinos espumantes o cócteles con refrescos azucarados) pueden generar una subida inicial de glucosa, seguida horas después por un descenso marcado, cuando el hígado sigue ocupado procesando el alcohol. Esto explica por qué el riesgo puede extenderse incluso hasta 24 horas después de haber bebido.
Otro aspecto poco conocido es que los síntomas de una hipoglucemia (mareo, desorientación, somnolencia) pueden confundirse fácilmente con los efectos del alcohol, lo que dificulta reconocer el problema a tiempo.
Además, el consumo excesivo y crónico de alcohol favorece la resistencia a la insulina y el deterioro de la tolerancia a la glucosa, lo que complica aún más el manejo de la diabetes.
Consejos para reducir riesgos
Aunque lo más recomendable es reducir o evitar el alcohol, en caso de beber conviene hacerlo con tomando ciertas precauciones:
No bebas con el estómago vacío
Controlar los niveles de glucosa más seguido: tanto durante el día en que bebes como al día siguiente
Avisar a quienes te acompañan: que sepan que tienes diabetes y enséñales sobre los signos de un nivel bajo de glucosa en sangre
Elige con criterio: opta por vino tinto o blanco seco, cerveza light o destilados mezclados con agua con gas o bebidas sin azúcar.
Evita los "azucarados ocultos": como licores cremosos, margaritas, piñas coladas o cócteles que se preparan con refrescos comunes.
Cuida las cantidades: una copa de vino suele superar los 140 ml (casi 5 onzas) y un vaso de cerveza los 350 ml (casi 12 onzas). Conocer el tamaño de los vasos ayuda a calcular mejor la cantidad ingerida.
Recuerda, no existe una regla universal sobre cómo beber alcohol con seguridad si vives con diabetes. Los efectos varían según el tipo de bebida, la cantidad, los medicamentos que uses y tu estado de salud general.
Por ello, la decisión debe ser siempre conversada con tu equipo de salud, que podrá orientarte sobre la forma más adecuada de incorporar (o no) el alcohol en tu dieta.
Este artículo fue producido por Tomás Vicente, periodista especializado en Salud.
Fuentes consultadas: Asociación Americana de la Diabetes (AHA), Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins