¿Puede un tracto digestivo sano ayudar con la ansiedad y el estrés?

12 nov. 2021

¿Puede un tracto digestivo sano ayudar con la ansiedad y el estrés?

Tiempo de lectura: 7 minutes

El sistema digestivo no solo reacciona a lo que comemos. Este complejo engranaje de órganos vitales es sensible también a las emociones. Siente náuseas frente a ciertas situaciones o personas, o “mariposas en el estómago” con el amor.  El tracto digestivo expresa la salud mental, demostrando que mente y cuerpo conforman una unidad, con manifestaciones y síntomas que responden a señales que envía el cerebro a esa especial área del cuerpo.

Los científicos hablan de dos cerebros conectados. Uno es el tradicional y reconocido que reposa dentro del cráneo. El segundo es el sistema nervioso entérico (ENS, en inglés), un entramado de tejido con más de 100 millones de células neuronales, que recorre el sistema digestivo, desde el esófago hasta el recto.

Esta conexión, que tiene mensajeros celulares que se comunican permanentemente, hace que algunas afecciones mentales presenten síntomas gastrointestinales y que, por otra parte, la alimentación ayude a manejar trastornos de salud mental, como la ansiedad o el estrés.

El sistema nervioso entérico es, como su nombre lo indica, parte del sistema nervioso. Es el componente cuasi autónomo más extenso del sistema nervioso central y recorre varios órganos, transportando señales psicoquímicas a lo largo de su recorrido.

El estudio del llamado eje cerebro-intestino, el rol del sistema nervioso entérico y su influencia en el estado de ánimo y en trastornos como la ansiedad y el estrés es relativamente nuevo.

Estudios recientes muestran que la conexión entre el intestino, el sistema nervioso entérico y el sistema nervioso central es más fuerte de lo que se pensaba.

El intestino alberga un complejo ecosistema de comunidades microbianas, llamado microbiota, que cumple funciones metabólicas y es esencial para el desarrollo normal del sistema inmune. Se sabe también que las alteraciones en la microbiota o flora intestinal se relacionan con trastornos mentales, como la depresión, y algunas enfermedades neurodegenerativas, incluidos el Alzheimer y el Parkinson.

La ansiedad, el estrés y los intestinos

El cerebro tiene un efecto directo en el tracto digestivo, puede liberar jugos gástricos al pensar en una comida, pero también desencadenar visitas urgentes al baño cuando está expuesto al estrés que genera un evento importante. Esta y otras manifestaciones estomacales son uno de los signos característicos de dos trastornos cuya definición comienza en el campo de la salud mental: la ansiedad y el estrés. 

La ansiedad es una emoción que se caracteriza por sentimientos de tensión, pensamientos de preocupación y cambios físicos como aumento de la presión arterial.

Las personas con trastornos de ansiedad suelen tener pensamientos o preocupaciones intrusivos recurrentes, que van invadiendo su vida diaria y pueden llegar a impedir que realicen ciertas actividades, como por ejemplo enfrentar un examen o hablar en público.

Mujer joven sentada en el sofá con el antebrazo sobre la frente pensando

Ciertas situaciones que para otros son habituales, por ejemplo ir a una fiesta, en una persona que sufre de ansiedad desencadenan síntomas físicos como sudoración, temblores, mareos o palpitaciones.

A su vez,  el estrés es la manifestación física de un problema o preocupación que comienza en la mente y continúa en el cuerpo. Hay un estrés agudo, que es una respuesta normal del organismo ante una situación de tensión, y que dura poco, lo suficiente para que la persona, por ejemplo, reaccione ante un peligro. Pero el otro estrés, el que dura tiempos prolongados y puede volverse crónico, suele provocar problemas de salud mental y física graves.

Ambas afecciones, que a su vez están ligadas entre sí, tienen un fuerte vínculo con el aparato digestivo. Una prueba contundente de esta relación es cómo ciertos alimentos pueden modificar el estado de ansiedad y el de estrés.

Para muchos trastornos gastrointestinales, cambios relativamente pequeños en los hábitos alimenticios, no beber demasiado, no fumar y hacer ejercicio no solo pueden marcar una diferencia importante en la reducción de riesgos, sino que ayudan a que el vínculo aparato digestivo-cerebro se mantenga saludable. 

Una conexión todavía en estudio

Si bien la principal intervención para tratar los trastornos de ansiedad y el estrés incluyen psicoterapia y medicamentos como los ansiolíticos, estudios han mostrado un efecto positivo sobre los síntomas de ambas afecciones al regular la microbiota intestinal mediante el consumo de probióticos, bacterias vivas “buenas” y levadura que ayudan a mantener un balance químico saludable en los intestinos.

Por otro lado, no es inusual que los gastroenterólogos receten medicamentos antidepresivos para el síndrome del intestino irritable, no como una intervención psicológica sino porque estos fármacos en algunos casos calman los síntomas al actuar sobre las células nerviosas del intestino.

En efecto, el intestino sufre por sus propias afecciones pero también puede sufrir de manera secundaria si se desarrollan trastornos de salud mental.

Los científicos incluso afirman que estas intervenciones psicológicas también pueden ayudar a mejorar las comunicaciones entre el “cerebro grande” y el “cerebro” de nuestro intestino.

Varios estudios han vinculado a la buena microbiota intestinal con una mejor respuesta del manejo del estrés y la ansiedad, a la vez que otros han demostrado que una mala salud intestinal pone a la persona en riesgo de desarrollar estos trastornos de salud mental.

El rol del nervio vago

En esta compleja red de asociaciones y comunicaciones que vinculan la salud mental,  tradicionalmente localizada en el cerebro,  con el sistema digestivo, que se vincula casi con exclusividad con la comida, el nervio vago juega un rol central.

El nervio vago es el componente principal del sistema nervioso parasimpático que supervisa, junto con el sistema nervioso simpático, una amplia gama de funciones corporales cruciales, incluido el control del estado de ánimo, la respuesta inmune, la digestión y la frecuencia cardíaca. A su vez, establece una de las conexiones entre el cerebro y el tracto gastrointestinal y envía información sobre el estado de los órganos internos al cerebro a través de las llamadas fibras aferentes.

Se puede decir que el nervio vago es la prueba viviente de que este vínculo entre el cerebro y los intestinos existe, y que tiene canales de comunicación y espacios específicos en el organismo humano, para manifestarse.

Centrarse en una buena digestión

¿Qué comienza primero, el trastorno mental o el síntoma digestivo? Decenas de estudios científicos se lo están preguntando. Los investigadores están comenzando a entender la compleja comunidad de bacterias y otros microbios que viven en el tracto gastrointestinal humano.  Mientras tanto, y como ocurre en tantos otros campos de la prevención y la terapéutica, hay al menos una respuesta universal: comer sano ayudará a ambos, a la mente y a los intestinos, a sentirse bien.

Una dieta balanceada, rica en frutas, verduras, ácidos grasos omega-3, granos integrales y frutos secos, y baja en alimentos procesados, puede aportar una mezcla saludable de diferentes fibras y nutrientes.

Pero el aparato gastrointestinal, este “segundo cerebro”, es complicado y cada persona debería, junto con su médico, encontrar una rutina saludable que sea efectiva para cada caso.

En todos los casos, siempre hable con su médico sobre las mejores opciones para su salud y bienestar.

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