Otro factor de riesgo para la salud mental: la polución 

9 may. 2023

Otro factor de riesgo para la salud mental: la polución

Tiempo de lectura: 5 minutos

Un gran volumen de investigación científica ya ha mostrado que la contaminación ambiental es un factor de riesgo para distintos problemas de salud, desde afecciones respiratorias, hasta cardíacas y de la piel. La llamada contaminación por materia de partículas, el término utilizado para definir una mezcla de partículas sólidas y líquidas que se encuentran en el aire es la responsable.  

Todas penetran en el organismo impactando en la salud física, pero ¿qué ocurre con la salud mental? 

El cerebro y sus funciones también son víctimas de la polución causada por los seres humanos. Nuevos estudios, incluido uno amplio de más de una década con 400,000 participantes de una base de datos del Reino Unido, encontró una correlación entre la exposición a largo plazo a contaminantes del ambiente y un mayor riesgo de episodios de depresión y ansiedad. 

Investigadores han observado que estas partículas de materia, las visibles como el polvo, el hollín o el humo, o las que solo pueden detectarse con un microscopio electrónico, traspasan los sistemas de filtros del cuerpo y no solo penetran en los pulmones y otros órganos, sino que van hacia el cerebro, donde se puede decir que está el comando central de las afecciones mentales. 

Una investigación reciente que analizó la literatura científica sobre la salud y la contaminación reveló que el 95% de los estudios que analizaron los cambios tanto físicos como funcionales en las áreas del cerebro que regulan las emociones mostraron un impacto relacionado con la polución. 

Estudios preclínicos y de neuroimagen humana también observaron que la exposición a la contaminación del aire puede aumentar el riesgo de internalizar la psicopatología al alterar regiones del cerebro como el hipocampo, la parte del cerebro involucrada en la regulación de las emociones y la memoria, la amígdala cerebral que se encarga de recibir información del entorno y captar los estímulos que considera significativos, y la corteza prefrontal, que tiene entre las principales funciones la toma de decisiones y el control de los impulsos.  

Estas regiones del cerebro juegan un papel clave en la respuesta al estrés y la regulación de las emociones y están implicadas en la fisiopatología de los llamados trastornos de internalización como lo son la ansiedad y la depresión. 

Las partículas ultrafinas del medio ambiente, aquellas que no son visibles al ojo humano, pueden afectar al cerebro ya sea directamente, yendo de la nariz al órgano; o indirectamente, provocando inflamación y alterando las respuestas del sistema inmune que pueden impactar en el cerebro. 

Esta neurotoxicidad que genera la contaminación también podría impactar en afecciones neurodegenerativas como el Alzheimer y el Parkinson.  Según evidencias recientes la exposición crónica a la polución puede causar inflamación en el cerebro y provocar la muerte de células nerviosas, lo que contribuye al desarrollo y la progresión de estas enfermedades. 

La salud mental en las grandes ciudades

Todos estos componentes, que según se comienza a confirmar impactan en la salud mental, forman parte de las capas de contaminación que literalmente “flotan” sobre decenas de ciudades de Latinoamérica y que vuelven su aire poco saludable. 

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Un estudio realizado en 366 ciudades de la región con más de 100,000 habitantes halló que 172 millones de personas, o el 58% de la población estudiada, vivía en áreas con niveles de contaminación superiores a los considerados normales por la Organización Mundial de la Salud. 

Como la lógica indica, las mega urbes con más habitantes y más vehículos e industria generan más contaminación ambiental. Latinoamérica es una de las regiones del mundo que tiene una concentración mayor de áreas urbanas. Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en el 2020, aproximadamente el 81% de la población latinoamericana vivía en zonas urbanas, lo que equivale a más de 540 millones de personas. 

Esta contaminación impacta más en las poblaciones desatendidas ya que suele ser peor alrededor de áreas marginales y más vulnerables, en donde se concentra mayor tránsito vehicular, de autos particulares y camiones, emisiones de gases y desechos industriales. 

El desafío es enorme y tiene muchas aristas. Entre ellos: 

  • Promover más investigación sobre el vínculo entre contaminación ambiental y salud mental. Más datos científicos ayudarán a promover el debate y generar cambios. 
  • Comprender las fuentes de contaminación del aire, una acción clave para comenzar a desarrollar técnicas de diseño urbano para reducir la exposición general. 
  • Fomentar los espacios verdes, que funcionan como “pulmones” de las ciudades. Al ayudar a enfriar las áreas urbanas y mitigar el efecto de isla de calor urbano (urban heat island effect), los espacios verdes también ayudan a abordar la contaminación del aire al reducir la formación de ozono fotoquímico. La sombra proporcionada por los árboles urbanos también reduce la demanda de energía, contribuyendo indirectamente a mejorar la calidad del aire. 
  • Controlar la polución a través de un mayor compromiso a nivel internacional, regional y local en la reducción de emisión de gases vehiculares e industriales con las consecuentes formulaciones de políticas, normas y leyes. 

Como resultado de las reducciones en la exposición conjunta a múltiples contaminantes del aire también se podría aliviar la carga de enfermedad de la depresión y la ansiedad. 

Recuerde, siempre consulte con su médico o profesional de la salud para determinar las mejores opciones para su cuerpo y su salud y para responder cualquier pregunta que pueda tener sobre cualquier asunto médico.

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